Está sobre el sofá,hecho un ovillo como tantas veces,le paso suavemente la mano sobre el lomo y por toda respuesta entreabre un ojo y lo cierra lentamente.Da gusto verlo y mucho de envidia,es una oda a la autoindulgencia,un tributo al ocio que tanto deseo y no siempre consigo,placidez circular,abandono ejemplarizante.Siempre que lo contemplo así me viene a la mente aquel engendro precario de tiempo atrás punzado por los huesos,tembloroso y con un reclamo desesperado en la mirada que un día alguien trajo a mi puerta como último destino para aquel desvalido al que todo parecía sentenciar a morir en la calle.No pocos cuidados y esa poderosa persistencia de la vida contra todo pronóstico y circunstancia fortalecieron al pequeño huérfano,pronto fue otro típico representante de su especie:independiente,sutíl,curioso,fascinante...aunque comprensiblemente algo pequeño.Ahora,viéndolo dormir con esa gozosa desmesura con que sólo los gatos duermen me pregunto qué llevó a Conrad a atribuirle a esta especie ser guardiana de los sueños de los niños,el animal tumbado junto a mi parece apenas ser el perfecto guardián de su propio dormir.Y es que es mucho lo que se ha dicho sobre los gatos a su favor y en contra,ha sido odiado como venerado,y sin desdeñar a los perros,entre los que tuve entrañables amigos,desde hace mucho me incliné por o mejor ante los gatos.No es poco lo que sumo para mi acendrada filia,muchos años de sorprenderme con las coincidencias naturales y también las particulares diferencias en el comportamiento de cada gato del que tuve el privilegio de llamarme dueño,si bien la realidad muestra que nunca se es dueño de un gato,no como se es dueño de un perro u otro animal.No,nunca se es dueño de un gato y es justamente eso lo que siempre admiraré de él:su irreductibilidad ante las imposiciones de la costumbre,su digna independencia de salvaje que no extinguen los pequeños pactos de necesaria domesticidad.El gato sólo quiere ser gato dice Neruda en la bella oda que le dedica,es su gran encanto en un mundo de claudicaciones e imitaciones,el gato se relame en su propia naturaleza insondable,en su elegante misterio.Se desentiende del mundo cuando quiere y cuando quiere se sumerge en él,a veces permanece distante,desdeñoso diríase,y el vuelo de un insecto,el sonido de música lejana,algún objeto caído,concita su atención;a veces,cuando menos lo esperamos nos llega su reclamo al juego o algún gesto de afecto no servíl ni pedido.El gato es al tiempo un niño curioso y un viejo sabio y plácido que parece conocerlo todo desde su altivez sin estridencias.
Cuando pienso en todas las maravillas que se reúnen en el gato y recuerdo lo que sé de él:que fue anterior al perro y a la mayoría de los animales que hemos domesticado,que en sus fosas nasales tiene diecinuevemil millones de terminaciones nerviosas en contraste con los cinco millones del hombre,que su cerebro es más similar al nuestro comparado con el del perro,y recuerdo a muchos de sus grandes querientes:Abraham Lincoln,que tenía cuatro,Poe y su gata Catterina en la que se inspiró para escribir "El Gato Negro";Chopin,a quien el salto de su gato sobre el teclado del piano mientras componía "El Valse Brillante",le inspiró una parte de dicho valse;Hemingway y los cincuenta gatos de sus días cubanos,amén de muchísimos más,reconozco la magia del gato y me sobrecojo.Miro nuevamente el ovillo junto a mi,tan cercano y a la vez distante y me digo que es un privilegio el trato cercano con un gato,ser su elegido,saber que nos ve como a sus iguales... Sí,no se es nunca dueño de un gato,se es su testigo y acaso haya en ello mucho más valor del que podríamos considerar.De pronto mi gato deshace el ovillo,entreabre los ojos,sus orejas se mueven hacia atrás y adelante,se estremece levemente y vuelve a quedarse inmóvil.Talvez en algún lugar un niño ha empezado a soñar.
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