lunes, 14 de junio de 2010

VALLEJEANDO

En mañanas como esta,frías y nubladas, suelo recordar a César Vallejo, el inmenso poeta peruano, cuyo paisaje interior sin duda era de frío y niebla, de metafísicas gelideces, de orfandad inllenable. A paisajes así siempre me remiten sus textos mas dolidos, esos, apuñaladores, densos, de su libro "Los heraldos negros", producción que a mi parecer lo sitúa como uno de los más grandes y atormentados poetas tanto de América como del mundo, poemas con olor a tierra y sudor, poemas rezumantes de frío, de "andina tristeza", de mañanas desangeladas en que ninguna palabra da calor, poemas que nacen de la paradoja de que si bien la palabra nombra al mundo, al tiempo lo indefine. En efecto, Vallejo se debía a la palabra y a la vez en esa poesía oscura, hermética, de dislocaciones osadas, parece pelear con la palabra, estrujarla, porque la palabra misma le resulta insuficiente para comunicar su sentir, por eso desvertebra el lenguaje, lo afila, lo enrevesa, lo violenta, lo viste de frío y oscuridad, palabra que se llena de cuchillos para indagarnos con la herida, para recordarnos que la existencia misma es muchas veces una herida y la palabra para bien o para mal la sal.No es la suya una poesía de celebración,otros grandes poetas han festejado cuanto de festejable y a veces hasta no festejable tiene el mundo,Vallejo carga el dolor del mundo,la soledad del hombre,la angustia del indio,del mestizo,del blanco,la orfandad de la América arrasada y olvidada;la suya es la poesía de un mortificado que busca mortificar,que nos confronta con el dolor,con el vacío de sentirnos extranjeros en cualquier parte,poesía ungida por la melancolía de desfiladeros tortuosos,montañas afiladas que parecen clamar al cielo con las dolidas voces que aún,desde siglos atrás,se retuercen en sus faldas;poesía de valles y hombres cuarteados,poesía que hunde sus raíces en el desarraigo,y si es cierto aquello de que el poeta no escoje su poesía,que es la poesía la que escoje al poeta,a César Vallejo lo escojió la suya y él la asumió,la respiró,y siempre la llevó consigo ya en su sufrido Perú,ya en ese París de aguaceros afuera y adentro.
Miro por la ventana:las pesadas nubes lucen ahora hechas jirones,se van disipando como la memoria de los hombres,quizás salga el sol,algo de niebla se queda conmigo,hoy te recordé,César Vallejo,te debo mi inextinguible asombro y un poema.

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