jueves, 27 de enero de 2011

EN CIERTA TARDE DE LLUVIA

En cierta tarde de lluvia acodado en la mesa de un café miraba hacia la calle a través de un amplio ventanal.La lluvia era feroz como no se había visto en mucho tiempo,nubes monstruosas de color gris plomizo cubrían el cielo y un viento caprichoso de tanto en tanto arrojaba gruesos goterones contra el cristal frente a mi con tal violencia que llegué a pensar que en algún momento saltaría en pedazos.Afuera pasaban corriendo los atrapados por el aguacero,buscando el amparo de un techo o un taxi.Un viejo de sombrero y abrigo astroso cruzó a torpes saltitos la calle esquivando los grandes charcos,al llegar cerca del ventanal su gesto abatido me sugirió un espantapájaros fallido.Una negra como escapada de un cuadro de los días isleños de Gaugin pasó sacudiendo su escobillón rasta,resbaló ligeramente y el relámpago de su sonrisa me deslumbró como ninguno de aquella tarde implacable.Entonces lo ví:alto,flaco,con las manos en los bolsillos y el ondulado cabello vencido por la lluvia cayendo sobre sus ojos,aquel hombre no se guarecía.Parado en una esquina,la espalda contra la pared de un viejo edificio,sin techo alguno sobre sí,aquel hombre parecía esperar a alguien a despecho de la tormenta.Largo rato me quedé viéndolo,irreductible,indiferente a la lluvia,un romántico embebido en la certeza del encuentro o en la resignación del desencuentro,acaso un pobre diablo que bajo la lluvia me trajo reminiscencias heróicas.Cayó la noche,cesó la lluvia,partí y allí se quedó.El resto no lo supe,pero en mi cabeza la lluvia estaba lejos de cesar,de aquella tarde de lluvia emergió este texto.

Vendrás como lluvia
sobre mi techo de sal
Serás aguacero averiguando cada hendija -naufragio de fantasmas y soles de vidrio-
Te estaré esperando entonces,sin sombrilla
cuando escampes tendré un nuevo bautismo
y el mundo otro ahogado.