UN DIA DE ESTOS
Una vez más me mira con ojos de disculpa y me dice con voz bajita,como si temiera que alguien más la escuchara-"Un día de estos...un día de estos..."Está sentada en el piso con la espalda apoyada en la pared,gruesas lágrimas surcan su rostro precipitándose sobre sus senos,sobre sus manos,sobre la arrugada nota de despedida para su familia que pronto volverá a poner entre las páginas del "Breviario de podredumbre"de Ciorán.Luego toma el vaso de jugo de naranja mezclado con veneno para ratas y se queda viéndolo un rato,contemplando lo que iba a ser su muerte con la misma expresión con que en otros días se ha quedado contemplando la cuchilla de afeitar o el montoncito de sedantes:la de un miedo inmenso.Después vuelve a ser la de siempre,se da a poner en orden el cuarto,a echar mano de los pretextos,a distraerse un tiempo más hasta que la idea vuelva con nuevo aguijón.Sé que estaré aquí para escucharla como siempre supe en tantas noches de tabernas y moteles,en este cuarto,su trinchera de precaria postulante a nihilista."Los dioses no envejecen,se van temprano"solía decir y se daba a evocarlos:Marilyn,Morrison,Lenon,Che Guevara,Kurt kobain,la Pizarnik,Jimmy Hendrix,sus dioses indestronables,idos tempranamente de este mundo por mano propia o ajena,librando a sus adoradores del desencanto de verlos traicionarse o devenir mansos viejecitos lucrándose de sus memorias.No obstante,yo siempre la contradecía,citándole a otros tantos dioses idos tras una apacible senectud y a los que seguían aún en este mundo desplegando su genio a buena distancia de sus años mozos o retirados e inmersos en un bien ganado silencio.Ella no cedía,insistiendo en que los dioses envejecidos eran dioses menores,que la vejez era una gran obscenidad por la que no quería pasar,que a una mediocre función de teatro como era su vida,lo único que quedaba era darle cierre,uno abrupto,consultado sólo consigo misma,que esa era la única grandeza posible para ella,"pura cuestión de decencia"remataba con expresión burlona y yo la ahogaba a besos para no escucharla más,estrechándola contra mi,diciéndole con cada beso y cada caricia que,confundida o no,ella era la diosa de mis descoloridos días de oficina y taquicardias,mi bendito polo al éter.Luego quedaba creer en el poder del amor sobre la muerte,en el de mi amorcito retórico,nervioso,almibarado,sobre su ferrea obsesión,quedaba distraerla,sacarle la risa,espantarle las musarañas,al menos por un tiempo.Pasaban así meses sin que de su boca saliera comentario alguno sobre su tema favorito,entonces la vida volvía a ser la suma de complicidades acostumbrada,un tejido de lugares comunes,pequeños pactos,rutinas fracturadas,algo cercano a mi idea de la felicidad.Luego,de un día para otro regresaba a sus aguas turbias,sumergiéndose en ellas y sumergiendo mi tranquilidad.Siempre era así,siempre algo la llevaba de vuelta a su obsesión,una película,algo en la radio,en el periódico,un comentario,una canción llegando a esa oscura zona suya a la que siempre fui extraño y en las que mis palabras,muy a mi pesar,iluminaban muy débilmente.Eran sus "días de niebla",como aún los llama,reinado de la depresión,llenos de discursos contradictorios y pesimistas,su tiempo de tornarse una esfingue burlona a la que mi pregunta más recurrente-¿Quién te hirió tanto!-le arrancaba apenas una mueca que mal simulaba una sonrisa.Nunca hablaba de su pasado,fue la principal consigna que impuso cuando lo nuestro comenzó,pero yo sentía que en días así en ella cantaba una gran herida,talvez muchas heridas sin sanar,allí se hundían las palabras,la risa,el amor,yo mismo cargado de conjeturas sobre cuánto y qué podían encerrar sus apenas cumplidos veinticinco años.
Ha pasado algún tiempo,aún no parte,aún es joven.No sé cuánto más estaré aquí,quizás siempre,no era esta mi versión del infierno en todo caso. Cumplí nuestro acuerdo,me dejé hundir en esa herida honda que nunca entendí.El veneno me entregó a la muerte y a la muerte le bastó conmigo.A ella se limitó a rozarla en una cama de hospital donde despertó con el gusto del veneno en los labios y sentimientos confusos por el desdén de su invocada.Ahora es ella quien roza a la muerte,la llama,le hace guiños,se le acerca y luego le da la espalda.Ahora sé que su enamoramiento ya no pasará de ser coqueteo.Quizás llegue a vieja,quizás la muerte le haga esperar mucho.Algo es seguro:por mano propia no la traerá.
La seguiré escuchando de tanto en tanto,me seguirá mirando sin verme,seré testigo de dolores,miedos y días parecidos a la felicidad y no podré decir nada.¿Qué decir desde este afiche de su dios guitarrista?y si acaso pudiera¿qué le diría?¿qué que la llene?¿qué que la ilumine?¿qué palabras coherentes más allá del letrero bajo la imagen del afiche-Jimmy Hendrix 1945-1970 CRY OF LOVE?¿qué que resuma estas ganas de abrazarla y sacudirla,besarla y estrangularla,esta mezcla de amor y odio que me invade cada que clavándome sus ojos avergonzados le dice a su dios guitarrista con voz muy bajita-"un dia de estos...un día de estos..."?
NOTA-por accidente apareció días atrás como publicada una entrada que publicaré más adelante,ofrezco excusas por tal error,fruto de uno de esos días de "guardia baja".
miércoles, 17 de noviembre de 2010
UN DIA DE ESTOS (A Verónika)
El suicidio ha sido desde hace mucho leit motiv de la literatura y camino de no pocos escritores y poetas.Era también tema recurrente en las tertulias de mis inicios en la casa de poesía donde conocí obsesos(y obsesas)del tema.Que yo sepa todos viven y creo que tal como Ciorán,su gurú de entonces,nunca llegarán a realizarlo más que hipotéticamente.En una de aquellas tardes,los cioranistas y la taberna de la casa poseída por la guitarra del genial Jimmy Hendrix me motivaron a escribir el texto que hoy les traigo.
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